-Diana Chavarri
En gratitud, así es como deseo iniciar mi colaboración con este magnífico espacio provocador de acciones volitivas. Siento profunda afinidad con la misión de este espacio, que pretende romper la inercia de las malas noticias y de la nota roja. Espero que usted, lector, lectora, encuentre aquí un sitio fresco con información que nutra las distintas dimensiones de su vida.
¿Qué podemos decir sobre la volición? Vadim A. Petrovsky, psicólogo y académico ruso, destaca la importancia de la acción intencionada y deliberada hacia la consecución de metas, lo cual demanda consciencia de sí mismo, reflexión y esfuerzo para superar retos. A este proceso lo llama “acción volitiva”, la cual supone la consciencia del fin perseguido e implica esfuerzos por mejorar las capacidades específicas para afrontar los obstáculos tanto internos como externos sobre los que se ha reflexionado y tomado una decisión.
Suena muy técnico, pero permítame recuperar su atención. En pocas palabras, “volición” significa “voluntad en acción”. Me parece un término inspirador que compromete al propio ser desde lo profundo de la consciencia de sí mismo y de su entorno, generando o modificando pensamientos que están intencionados para provocar acción.
Y es que la volición enfocada a promover noticias positivas, creatividad e imaginación, como lo proponen los creadores de “Volición, el poder de la actitud” parecería un contrasentido: demos un simple vistazo a las noticias tradicionales, a las redes sociales y a las conversaciones de sobremesa. Sucumbimos con facilidad y sin darnos cuenta hacia lo negativo, el morbo, la nota roja y la desesperanza.
Pero esto no tiene que ser siempre así.
¿El cerebro puede acostumbrarse a los pensamientos negativos? Sí. El médico funcional, Dr. Carlos Jaramillo, colombiano, en su libro “El Milagro Antiestrés” destaca, de una forma divertida y coloquial, información con base científica sobre cómo los pensamientos son productores de sustancias químicas y neurotransmisores específicos que resultan ser adictivos para ciertos receptores celulares y que, ante su ausencia, el cuerpo es demandante de los mismos.
Por ello, los obstáculos para transitar hacia pensamientos y acciones positivas, cuando estamos instalados en los contrarios, son reales: hay un componente bioquímico, relacionado con los pensamientos. La buena noticia es que los podemos manipular.
Por tanto, accionar el poder de la actitud positiva requiere esfuerzos conscientes que transformen nuevos pensamientos que acostumbren a nuestro cerebro a sintetizar compuestos benéficos. Suena fascinante e invita a cambios de hábitos.
Esto también constituye una provocación para revisar cómo hemos sido programados y desde dónde viene la resistencia a accionar nuestra voluntad hacia cambios positivos.
Me parece que empezar desde cuestionar nuestro diálogo interno, pasando por los mandatos culturales y constructos sociales podría funcionar.
Asumo que todas las personas estamos en ese tránsito hacia la evolución, ante un reto que nosotros mismos estemos construyendo, un sueño, un nuevo hábito, o un proyecto
que aparece de imprevisto en nuestras vidas. Podría ser un cambio de trabajo, estudiar una maestría, certificarse en algún oficio, cocinar más en casa, activarse, levantar
pesas, poner un negocio, la llegada de un bebé, dejar la procrastinación, hacer voluntariado, un cambio de país, escribir, revolucionar el mundo, revolucionar nuestro mundo.
¿Qué es lo que nos decimos en la intimidad de nuestro diálogo interno? ¿Esas voces que solo nosotros conocemos? O quizás debo decir: ¿esas, que ni nosotros mismos conocemos o nos atrevemos a escuchar? La doctora en psicología clínica por la Universidad de Columbia, Shefali Tsabary, de origen hindú, invita a observar nuestras voces con profunda curiosidad en su debatido libro “A Radical Awakening”. Ante un reto o proyecto ¿nos decimos que no vamos a poder?, ¿que no nos merecemos esa oportunidad?, ¿que algo podría salirnos mal?, ¿que no tenemos tiempo?, ¿qué es demasiado esfuerzo?, ¿que no tenemos talento?, ¿que nadie antes en la familia lo había intentado?, ¿que nos van a juzgar y señalar?, ¿que es mejor que alguien más lo haga?, ¿que si lo hacemos ya no seremos personas que agradan a las demás?, ¿que no tendremos impacto?, ¿que es mejor sacrificarnos para conservar el statu-quo?
Estamos tan ocupados sobreviviendo el día y ajustándonos a las demandas sociales que nos olvidamos de escuchar nuestros pensamientos. Estamos distraídos. Hemos aprendido a apagar esas voces que en la infancia lo cuestionaban todo. Era fascinante. Los viajes al interior se han tornado escasos al vivir casi todo el tiempo en piloto automático y en largas jornadas de trabajo (y de Netflix, por supuesto).
Y quizás es por ello que la volición se dificulta. Petrovsky no concibe “el logro” sin un ejercicio previo de consciencia de sí mismo y del potencial de capacidades que pueden ser desarrolladas en nuestra persona y en el entorno. Esto es poderoso.
Así, a mi parecer podría ser una respuesta sabia dejarse provocar por la propuesta de “Volición, el poder de la actitud”, dándonos no solo la oportunidad de disfrutar su contenido, sino de protagonizar la disposición y determinación de transformación de actitudes ante la vida que edifiquen un nuevo sistema de conexión con el entorno.
https://www.volicion.com/post/volición-una-propuesta-provocadora